lunes, 22 de diciembre de 2008

VIVA EL TEATRO ALBÉNIZ (DE EL PAIS.COM)


El Albéniz bajó su último telón
IGNACIO GIL Varias personas se concentraron ayer ante el teatro con una pancarta que rezaba: «Salvemos el Albéniz»
Lunes, 22-12-08
J. B.
MADRID. «Y este aplauso, que recibe / prestado, en el viento escribe»... El aplauso al celebérrimo monólogo de Segismundo en «La vida es sueño», de Calderón, fue uno de los últimos que se han podido escuchar en el teatro Albéniz, que ayer vivió su última función antes de su cierre y posterior derribo. Fue el punto final -si la Plataforma de Ayuda al Albéniz no logra evitarlo con su petición de medidas cautelares de protección- a sesenta años de historia, especialmente brillante en las dos últimas décadas.
Fue la de ayer una representación emotiva y al tiempo tranquila. Fernando Cayo, Chete Lera, Ana Caleya, Jesús Ruymán y el resto del reparto de la obra calderoniana, dirigida por Juan Carlos Pérez de la Fuente, representaron la obra de Calderón ante un patio de butacas lleno. Cayo fue quien salió el último de escena y, antes de dejarla, se arrodilló y besó las tablas. Después, durante los saludos -a los actores y al director se unieron el adaptador del texto, Pedro Manuel Víllora, y el autor de la música, José de Eusebio-, todos aplaudieron con la mirada puesta en el peine del teatro.
Concentración
Antes de la representación, apenas un puñado de personas había acudido a la concentración convocada por la mencionada plataforma para «montar una gordísima». Representantes de la Comunidad madrileña -a la cabeza de ellos Amado Giménez, director general de Promoción Cultural- intentaban explicar a los asistentes a esta última función que no era suya, sino de la propiedad del edificio, la decisión de acabar con el Albéniz, e insistían en que su programación seguiría en los teatros del Canal.
Precisamente fue la construcción de este escenario por parte de la Comunidad lo que ha facilitado la muerte del Albéniz, que es propiedad de una empresa inmobiliaria, el grupo Monteverde. El teatro, que ya nació con polémica, muere también envuelto en ella. Desde 2006 una denominada Plataforma de Ayuda al Albéniz, liderada por Eva Aladro -hija de Teresa Vico, inolvidable directora del teatro desde 1986 hasta su muerte, en diciembre de 2003- pelea desde distintos frentes para impedir el cierre y la demolición del Albéniz. Recientemente solicitó a los tribunales que adoptaran medidas cautelares de protección del edificio para evitar su demolición, mientras se resuelve si corresponde catalogar el edificio como bien de interés cultural.
La creación de esta plataforma fue el detonante para alertar a la opinión pública sobre la situación del Albéniz, un teatro que estaba catalogado como edificio singular; los anteriores propietarios, la familia Moro, impugnaron a finales de los noventa esta situación y en junio de 2003 el Tribunal Superior de Justicia falló a su favor; la sentencia fue ratificada posteriormente por el Tribunal Supremo. Con esta resolución en la mano, la familia Moro vendió el edificio a la inmobiliaria Monteverde.
La semana pasada, durante la presentación de la programación de los nuevos teatros del Canal, el consejero de Cultura y Turismo de la Comunidad de Madrid, Santiago Fisas, aseguraba que estaba convencido de que en la calle Paz, 11 -donde está situado el Albéniz- se mantendría la actividad teatral. El Grupo Monteverde garantizó hace dos años «la continuidad del Albéniz como centro teatral»; una decisión que, informa Efe, han confirmado ahora los responsables de la inmobiliaria. Según estas fuentes, se han proyectado dos salas de teatro, que podrán utilizarse de forma independiente o juntas, y cuya entrada y fachada estará en la calle Paz. El proyecto, añaden, abarca toda la manzana, y las obras no van a comenzar inmediatamente.
Uno de los puntos del conflicto ha sido la compra del teatro por parte de la Comunidad, que figuraba en el programa electoral de Esperanza Aguirre. Según explicó Santiago Fisas a ABC, esa era la intención inicial, pero el precio tras la sentencia del Supremo, hacía inviable la operación, a la que además no estaba dispuesto el propietario.

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